14 septiembre 2009

Aquellas pequeñas cosas

El otro día, observando a M. jugar tranquilo en el suelo , me preguntaba: ¿En qué momento de nuestra vida dejamos de sorprendernos y de valorar las pequeñas cosas?.
Desde luego, lo de no disfrutar los pequeños buenos momentos, ni las cosas sencillas no es algo que los seres humanos traigamos de fábrica. Los niños si saben hacerlo: se sorprenden por cosas casi insignificantes a nuestros ojos, ríen con una sola mueca de papá y son felices sólo con saber, que están en brazos de alguien que les quiere y les protege. En un primer momento piensas que eso sucede cuando empiezas a tener responsabilidades y cosas importantes. Pero en la infancia también hay malos momentos (hambre, sueño, dolor, sentirse solo,...) y no por eso los pequeños dejan de disfrutar de las cosas buenas.
A la única conclusión a la que llegué es que posiblemente, si observamos a nuestros hijos más detenidamente, y estamos dispuestos a también aprender de ellos, es posible que descubramos su secreto. Y si lo conseguimos seguramente ellos lo sigan haciendo.

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