Desde luego, lo de no disfrutar los pequeños buenos momentos, ni las cosas sencillas no es algo que los seres humanos traigamos de fábrica. Los niños si saben hacerlo: se sorprenden por cosas casi insignificantes a nuestros ojos, ríen con una sola mueca de papá y son felices sólo con saber, que están en brazos de alguien que les quiere y les protege. En un primer momento piensas que eso sucede cuando empiezas a tener responsabilidades y cosas importantes. Pero en la infancia también hay malos momentos (hambre, sueño, dolor, sentirse solo,...) y no por eso los pequeños dejan de disfrutar de las cosas buenas.
A la única conclusión a la que llegué es que posiblemente, si observamos a nuestros hijos más detenidamente, y estamos dispuestos a también aprender de ellos, es posible que descubramos su secreto. Y si lo conseguimos seguramente ellos lo sigan haciendo.
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